A más de 45 metros de altura, sobre una columna de granito y en pleno Trafalgar Square, la estatua de Horatio Nelson – de 5,5 metros de altura – otea el horizonte hacia el sur. Su mirada de piedra atraviesa Pall Mall, hasta morir en el Palacio de Westminster. Un pedestal cuadrado sostiene al monumento, simbolizando las cuatro grandes victorias del almirante británico: las batallas del Cabo San Vicente, la del Nilo, Copenhague y Trafalgar.
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Estatua de Nelson en Trafalgar Square |
Fue en esta última, frente a la costa gaditana, un 21 de octubre de 1805, cuando el almirante sería herido de muerte. Una bala de mosquete, disparada desde un buque francés, le alcanzó penetrándole por el brazo izquierdo, atravesando un pulmón, para detenerse finalmente en el interior de una vértebra. Ya moribundo, Nelson fue informado del transcurso favorable de la batalla. Sería la muerte del hombre y el nacimiento de un mito forjado gracias a grandes victorias, muchas de ellas infligidas a la flota española. Su cuerpo, a bordo del mítico
Victory y conservado en un barril de coñac, fue trasladado hasta la londinense catedral de Saint Paul, donde finalmente sería enterrado.
La primera vez que el almirante se enfrentó a los intereses españoles fue en 1781, participando en la toma de la fortaleza de San Juan, en Nicaragua. Las tropas inglesas trataban de romper el monopolio español en el Caribe, entre las operaciones se encontraba la invasión de Nicaragua, entonces provincia española. El joven Nelson – apenas tenía 23 años – participó en la toma del castillo, despertando la admiración de sus superiores. «Me faltan palabras para expresar lo que debo a ese caballero. Él era el primero en cualquier comisión, apenas hubo cañón que no fuera dirigido por él», relató el coronel John Polson.
Más de quince años después, un 14 de febrero de 1797, el ya comodoro Nelson, volvería a enfrentarse a la armada española en la batalla naval del Cabo San Vicente, en el extremo occidental de la costa portuguesa. Durante la contienda, a pesar de las órdenes del comandante británico John Jervis, Nelson decidió abandonar su posición y, a bordo de su buque
Captain, inteceptar al buque español
Santísima Trinidad. Una operación arriesgada, ya que, además de desobedecer a su superior, se trataba del mayor navío de guerra del mundo, apoyado por otras seis embarcaciones. Finalmente, gracias al apoyo de otros buques británicos, Nelson fue responsable directo de dos de las cuatro capturas hechas por la flota británica durante aquella batalla, siendo su actuación clave para el desenlace final de la contienda. El comandante español, José de Córdova, en vez de perseguir al enemigo, decidió huir a Cádiz, lo que le costó enfrentarse a un consejo de guerra y a su posterior degradación.
Las islas Canarias, su mayor derrota
Uno de los mayores fracasos del almirante Nelson fue el intento de tomar Santa Cruz de Tenerife, para someter a la isla a la corona británica. Alrededor de mil soldados ultimaban los detalles del asalto en la madrugada del 21 de julio de 1797. Sin embargo, el gobernador de Tenerife, el teniente general Gutiérrez, avistó a los buques de Nelson y desplegó de forma inmediata a toda la fuerza isleña disponible, en su mayor parte milicias formadas por los propios vecinos, apoyadas por un destacamento francés. Del 22 al 25 de julio se sucedieron hasta tres intentos de ataque por parte de los hombres de Nelson, ninguno de ellos con éxito. Fue durante esta contienda cuando el almirante recibió un disparo de cañón que le hizo perder la mitad inferior del brazo.
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Nelson herido en Tenerife, de Richard Westall |
Por último, el 21 de octubre de 1805, Nelson, recientemente nombrado comandante en jefe del Mediterráneo, se enfrentó a su última contienda, la más sangrienta vivida jamás en aguas españolas, la batalla de Trafalgar. Napoleón Bonaparte, con la intención de invadir las Islas Británicas, había reunido a la flota francesa en coalición con la española, ambas refugiadas en el puerto de Cádiz. A bordo del
Victory y con 27 naves a su disposición, Nelson se enfrentó a la flota hispano-francesa. Por otra parte, la alianza, compuesta por 33 navíos, navegaba en línea, rumbo sur, en dirección a Gibraltar, cuando avistó a la flota británica. El comandante de la escuadra, el almirante francés Pierre Charles Villeneuve, ordenó virar en redondo para poner proa a Cádiz, una difícil maniobra que provocó el desorden en el frente franco-español. Nelson, que dispuso dos líneas perpendiculares a la escuadra franco-española, la atravesó como dos lanzas, gracias a la ayuda del viento. Fue una maniobra decidida y valiente, que puso de manifiesto la pericia marinera del legendario comandante.
En apenas seis horas la batalla estaba decidida. Villeneuve había sido hecho prisionero y Nelson, alcanzado por un disparo, había perdido la vida y logrado la gloria. Tras esto, comenzaría un periodo para los británicos de dominio absoluto de los mares, que se extendería a lo largo del siglo XIX.
Mientras, Napoleón Bonaparte, que desconocía el resultado final de la batalla, permanecía en la costa francesa, en el Canal de la Mancha, mirando hacia el norte. «Seguro que ya hemos ganado, ¿cuándo nos vamos a tomar Inglaterra?», preguntó pletórico. Uno de los oficiales, preocupado, le respondió, «me temo que no es posible. Nosotros tenemos a Dios, pero ellos tienen a Nelson».