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lunes, 24 de enero de 2011

El cuervo, typical english

En Inglaterra, el cuervo bien podría equivaler a lo que en España es el toro de Osborne. Al menos aquí no tienen el mal gusto de sobreimprimir su silueta en sus banderas. Y es que cualquier evocación del ‘aguilucho’ me corta el cuerpo.

Alrededor del siglo XVIII, comenzó a fraguarse una leyenda que perdura hasta la actualidad. Resumiendo, se cree que la monarquía británica depende del bienestar y la supervivencia de seis cuervos que se encuentran alojados en el jardín de la Torre Blanca.

Si estos animalitos gozan de salud, la monarquía perdurará con ellos. Lo fácil y barato que lo tendrían aquí los republicanos, un chicle para cada cuervo y ¡hala, que viva la República!

Pero esto no es todo. Los cuervos van más allá. Más allá del famoso poema de Poe – y su tétrico «nevermore» - o del cuervo parlante de Charles Dickens, en su novela Barnaby Rudge. Y es que estos animalitos están mezclados entre nosotros.

El primer contacto que tienes con un cuervo es a la hora de buscar alojamiento. Tu casa, a lo que para ser exacto llamas ‘estudio’, e incluso, para ser aún más exacto deberías referirte a ella como ‘20 metros cuadrados, cuatro paredes y un techo de cartón’, la pagas a precio de oro. Para hacerse una idea, es como cuando caes en una casilla cara del Monopoly. «¡Va, no me jodas! ¡Si hace dos turnos caí en una casilla incluso mejor que la tuya y me costó la mitad!» Nada…a pedirle dinero a la banca, es decir, a tus padres…

Para poder hacer frente al pago del alquiler no tienes otra opción que buscarte trabajo. Ojalá bastara por pasar por la casilla inicial para que la banca te inyectara liquidez, pero me temo que en la vida las cosas no son tan sencillas, sino bastaría con dar un puñetazo sobre el tablero y mandarlo todo a tomar vientos.

En tu búsqueda de curro entregas currículos en mil sitios, en mano o por Internet. Todo esfuerzo es poco. Lo más sorprendente es que las únicas personas que se ponen en contacto contigo son individuos que dicen «dedicarse a asesorar a personas en su búsqueda de empleo, que da igual el inglés que sepas». Joder, digo yo que además de ser asesores, serán magos. Por supuesto, todo es previo pago y seguramente otra estafa más. De nuevo, otro cuervo.

Entonces, llega el día en que encuentras un trabajillo. En ese momento no dices nada, aunque en tu interior albergas la esperanza de que tu jefe no sea un cuervo. Es lo que tiene ser joven, que también eres inocente y por consiguiente bastante estúpido.

Finalmente, te encuentras currando para un cuervo en un trabajo penoso. Tu sueldo íntegro irá destinado a pagar el alquiler a otro cuervo; y si pides ayuda a alguien se te acercan ocho cuervos más prometiéndote – previo pago – un paraíso con excelentes manjares y cuarenta vírgenes.

Lo sorprendente es que aún conserve los ojos.

Su majestad, Isabel II, puede estar tranquila porque, otra cosa no, pero aquí cuervos sobran…

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