Etiquetas

Historia (4) Opinión (4) Arte (1) Relatos (1)

martes, 11 de enero de 2011

¿Un paraíso en la otra esquina?

El pintor impresionista Paul Gauguin (París 1848 - 1903 Islas Marquesas) mantuvo una existencia marcada por los escándalos sexuales, los altercados y el deseo permanente de huir de cualquier rastro de civilización. Siempre persiguiendo la más absoluta libertad. Cinco años antes de su nacimiento, su abuela, Flora Tristán (París 1803 - 1844 Burdeos) fallecía víctima de una enfermedad. Su carácter luchador e incansable la consolidarían con el paso de los años como un símbolo de la lucha feminista y de los derechos de la clase obrera.

Gabriel García Márquez en El paraíso en la otra esquina se acerca a la figura de ambas vidas marcadas por la búsqueda de la felicidad.

En 1873 Paul Gauguin frecuentaba la Bolsa de París. A sus 25 años, el posterior pintor neo-impresionista era un exitoso hombre de negocios que actuaba como agente económico. Durante estos años su prosperidad económica le permite comenzar a coleccionar obras de arte e introducirse como aficionado en el mundo de la pintura.

A principios de siglo, 70 años antes de que Paul Gauguin prosperara en sus negocios, su abuela, Flora Tristán, disfrutaba de una infancia acomodada en París. El propio Simón Bolívar participaba en las tertulias literarias organizadas por su padre, el coronel peruano Mariano Tristán. Sin embargo, esta estabilidad familiar pronto se vería truncada. El fallecimiento de su padre, cuando Flora apenas tenía cuatro años, sumió en la más absoluta pobreza a la pequeña y a su madre. Ambas se vieron obligadas a trasladarse a vivir al campo. 


Los años de adolescencia no fueron fáciles para Flora. Pronto comenzó a trabajar en un taller de litografía hasta que a los 17 años contrajera matrimonio con el propietario. Su nueva situación tampoco cambió su suerte. Los continuos maltratos por parte su marido la llevan a escapar de París junto a su hija Aline, futura madre de Paul Gauguin. Esta traumática experiencia marca el punto de partida para una desgraciada vida, dedicada a combatir causas perdidas. En primer lugar, Flora tuvo que luchar judicialmente por la custodia de sus hijos, en una sociedad donde la mujer aún estaba muy por debajo del hombre. Posteriormente viajaría hasta Perú para reclamar la herencia de su padre, derecho que nunca le sería reconocido. Es en Sudamérica, tras presenciar escenas de la Guerra Civil que se vivía en Perú, cuando Flora toma conciencia de las desigualdades sociales existentes y se erige como firme defensora de los derechos de la mujer y de la clase obrera.

Sello conmemorativo de Flora Tristán
Uno de los episodios más sonados de su vida se dio en 1836 cuando, para reivindicar los derechos de los obreros, consiguió entrar disfrazada de hombre en la Cámara de los Lores británica. Al igual que su nieto, Paul Gauguin, fue una persona incansable, obstinada e inconformista. En su caso, siempre luchando por una sociedad igualitaria, por una utopía ideológica. Dejó varias obras, siempre a favor del divorcio, de la clase obrera o de los derechos de la mujer. En 1844 fallece víctima del tifus. Actualmente es reconocida como una de las fundadoras del feminismo moderno y da nombre a diversos centros de defensa de las mujeres, como El centro de la mujer peruana.

En 1882, 40 años después de la muerte de Flora, su nieto, Paul Gauguin es despedido como agente económico. A sus 34 años esta nueva situación lo sumiría en una precariedad económica que se acentuaría a lo largo de su vida. No obstante, su completa obsesión por la pintura - llegó a abandonar a su mujer e hijos por este motivo- desataría en él toda la inspiración que lo convertiría años después en uno de los referentes del arte posimpresionista.

Su fracaso sentimental y la búsqueda de un trabajo le lleva primero a viajar por Francia, hasta que finalmente decide trasladarse a Panamá. Su primer viaje al Caribe marcaría un punto de inflexión que se vería reflejado en sus más famosas obras, caracterizadas por la luminosidad y los colores sensuales. Absolutamente cautivado por la vida entre los indígenas y por sus primitivas relaciones, Gauguin encontraría entre ellos su mayor fuente de inspiración.

Gauguin y la oreja de Van Gogh

Mujeres de Tahití, de Paul Gauguin
En 1888, Van Gogh, impresionado por la mentalidad del pintor francés, le convenció para que se trasladara a vivir a Provenza, donde había fundado una comuna de artistas. Dado el carácter fuerte de ambos, su relación pronto fue insostenible, hasta el punto que, según Gauguin, tras una fuerte discusión, el mismísimo Van Gogh trató de matarle. Incluso se llega a decir que Van Gogh amenazó con una navaja a Gauguin momentos antes de rebanarse parte de la oreja izquierda. La frustración que supuso al pintor holandés su relación con Gauguin pudo desencadenarle sus posteriores crisis psiquiátricas.

Finalmente, el pintor francés, huyendo de la civilización europea, decide trasladarse a Tahití, en 1891. Una vez en la Polinesia, el artista adquiere a Teha'amana, a una joven de tan sólo 13 años y con la que tendría una hija. Su afición a las menores demuestra la tendencia pederasta del artista, lo que ya por entonces generó bastante polémica.

Sin embargo, Gaugin prosiguió su incansable búsqueda de una sociedad alejada de cualquier norma o restricción social. Durante la última etapa de su vida el pintor decide trasladarse a las Islas Marquesas, donde fallecería en 1903, dejando tras de sí una obra marcada por el primitivismo y el simbolismo. Paul Gaugin fue un inconformista, incapaz de adaptarse a la vida occidental, que incluso vivió sus últimos días persiguiendo la utopía terrenal, la libertad más allá de cualquier norma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario